Todavía lo recuerdo como si fuera ayer y ya han pasado 20 años. Nervioso pero con voz firme, introduje 25 pesetas en aquella cabina, para llamar a Juan Manuel Marchante, Director del hotel NH Forum que había conocido hacia ya meses, cuando en un trabajo de verano en un bar de barrio,me dio su tarjeta y me ofreció la oportunidad de poder crecer y aprender.
El sin saberlo se convertiría en mi mentor, la persona que me dio la oportunidad de poder enamorarme de este mundo llamado Hotel. Los hoteles desde entonces se han convertido en mi pasión y son parte de mi vida.
Sin ningún tipo de experiencia pero con la intención y la motivación de convertirme en el mejor Director del Mundo. Me presente en el hotel con la mejor vestimenta que un niño de 16 años podría tener en su armario. Nunca pensé que esta decisión transformaría mi vida. La pasión por el detalle y el estar atento a cada necesidad de nuestro cliente y ser conseguidor de sus experiencias activando a cada instante el engranaje interno del hotel,fue sin duda algo que me cautivaría y me enamoriaria de por vida.
Mi inquietud constante por aprender, con la humildad y la absoluta consciencia de no ser más que una pieza clave en la experiencia de nuestro cliente. Me hizo despertar una curiosidad innata por seguir aprendiendo de cada una de las partes que conformaban el hotel.
Aquel niño que empezó con 16 años en un hotel, el cual no sabia distinguir un Ginger ale de un Gintonic. Ya se había transformado en un camarero experimentado, capaz de preparar los mejores combinados, limpiar un pescado delante de un cliente o elaborar un crepe flambeado haciendo de todo ello una liturgia emocional y experiencial. Llegue a conocer a personajes de la vida política, musical y de gran relevancia en aquel entonces. Estos recuerdos forman parte de mi ADN y lo hacían por que no, aun más atractivo este mundo llamado Hotel. Aprendí que no es lo mismo oír que escuchar y sobretodo a ser un gran conseguidor de experiencias, pero quería saber más y más...
Quise entender porque mi querida Laia, la recepcionista de la sonrisa eterna, nos llamaba al restaurante muy enfadada cada vez que no cargábamos bien un desayuno buffet en el sistema. Y sin más le traslade a mi querido Director, la inquietud de querer aprender más.
Otra vez y por segunda vez me brindaría la oportunidad de poder seguir formándome y seguir aprendiendo de cada parte del engranaje del hotel.
Así que como la juventud es una fuente inacabable de fuerza y vitalidad, trabajaba por las mañanas en desayunos y por la tarde me vestía con mi mejor gala de recepcionista y absorbía 8 horas de puros conocimientos y atención al cliente en el área de recepción.
La vida del Hotel ya no me cautivaba , ya me había conseguido enamorar. Pero esto queridos mios, ya forma parte del segundo Capitulo de mis 20 años de pasión por los hoteles....